Poco se sabe de los deportes que practicaban los seres humanos hace miles de años: dependemos casi exclusivamente de los objetos que han encontrado los arqueólogos, que nos permiten intuir cómo iban las cosas. Por ejemplo, artefactos de hueso encontrados en el norte de Europa, pelotas de piedra al sur de EEUU, etcétera.
La mayoría de los expertos coinciden en que el nacimiento del deporte tuvo lugar cuando el hombre empezó a realizar actividades físicas (salto, carrera, etc) por ocio, no por necesidad. Es decir: cuando ya no era para sobrevivir, sino para celebrar, expresarse o disfrutar.
Una de las primeras actividades deportivas fue, probablemente, la danza ritual. Mediante el movimiento coordinado al ritmo de tambores muy básicos, la gente realizaba rituales, festejaba victorias, ahuyentaba los males, etcétera. Era una forma de expresarse, individual y socialmente.
Otro de los deportes más tempranos fue la lucha, uno de los juegos más esenciales en los cachorros de muchos animales que el ser humano adaptó y practicó. Para demostrar su fuerza e impresionar a las mujeres, los jóvenes se enfrentaban en combates de uno contra uno, a veces utilizando armas. Esto evolucionó en la lucha grecorromana, y posteriormente en otras disciplinas como la esgrima.
No podemos olvidarnos de las carreras o el esquí: una actividad necesaria para cazar la comida o para poder moverse en la nieve fue derivando, probablemente por los juegos de los jóvenes, en una actividad de ocio con la que disfrutar además de perfeccionar sus habilidades.
Y, claro, los juegos de pelota: con unas reglas muy básicas y pelotas hechas con vegetales o restos de la caza (piel, tendón, etc), se empezaban a sentar los primeros gérmenes de lo que hoy conocemos como fútbol, voleibol y cientos de deportes más.
¿A que es difícil pensar que todo el deporte del mundo empezó cuando un cazador prehistórico decidió entretenerse un rato jugando a algo?