Hoy toca la segunda parte de la historia del atletismo, el deporte más antiguo de la Humanidad. Lo habíamos dejado a finales del S.XVII, cuando todavía no existían apenas atletas profesionales. Y les costó existir: durante varios años se les puso todas las pegas posibles.
En 1825 se celebró la primera competición de atletismo moderno. Aún faltaban muchas pruebas, pero se fueron incorporando lentamente. Era una época dorada: cada universidad, cada club, tenían sus propias competiciones e iban añadiendo pruebas, como las carreras de vallas o el lanzamiento de martillo.
Empezaron a aparecer atletas que se dedicaban a ello en exclusiva, lo que provocó que en 1966 se creara la primera federación de atletismo en Inglaterra. Pero no para apoyarles, sino para luchar contra ellos: sólo la alta sociedad podía federarse. Esta tendencia se extendió por Europa, y todos los países intentaron erradicar a los profesionales de las carreras.
Se los veía como un “negocio” que “mataba la deportividad” al poner dinero de por medio. Los primeros Juegos Olímpicos Modernos, en 1896, llevaban el amateurismo por bandera. Llegaron a descalificar a varios atletas que cobraban por competir. El público se enfureció ante estas prácticas y comenzó un boicot. Los atletas, por su parte, renunciaron a la competición y se metieron en otros deportes donde sí se les permitía cobrar.
Las federaciones se mantuvieron firmes y siguieron sancionando a los profesionales. Tardaron hasta 1982 en aceptar que los atletas de élite necesitan dedicar gran cantidad de tiempo y recursos a su entrenamiento. En 1985 empezaron a destinar fondos específicos para la formación de los atletas y a aceptar la profesionalización.
Ésta es, a grandes rasgos, la historia del atletismo. ¿Queréis que investiguemos la de algún otro deporte que os guste? ¡Hacédnoslo saber en los comentarios!