Sabes que es algo que tiene que ver con la nieve, pero eso es todo. Sin embargo, te ha picado el gusanillo y te apetece probar. Sin problemas: te resumimos lo que necesitas saber para tu primer contacto con el esquí alpino.
Para empezar, además de esquís necesitas bastones y ropa que conserve tu calor corporal. Guantes, gorro y algo para la garganta son imprescindibles. Tampoco hay que olvidar las gafas, que protegen los ojos y evitan que la nieve nos deslumbre. Porque ésta es otra: el sol que refleja en la nieve es traicionero, y si no te proteges acabarás quemándote. Embadúrnate de crema protectora como si estuvieras en la playa en agosto.
Para seguir, elige la pista adecuada. En las estaciones tienen clasificación por colores, según su dificultad. Si estás empezando, evita las rojas y las negras y dirígete de cabeza a las verdes. A la hora de elegir, confía en la persona que te iniciará en este mundillo, tu instructor. Es imprescindible, ya que te enseñará a moverte y, más importante aún, a caerte.
Cuando tengas todo y estés listo para empezar, toca ponerse los esquís. Primero busca una zona sin pendiente, cierra bien las botas, abre las fijaciones y mete los pies, con la punta por delante. Después, intenta moverte. Te costará al principio, pero pronto aprenderás.
Mantén una posición relajada, con los pies un poco separados, rodillas y codos algo flexionados y el peso del cuerpo un poco cargado hacia delante. Si te inclinas hacia los talones es más probable que pierdas el equilibrio.
Ahora ya sólo queda aprender a deslizarte pista abajo, remontarla y volver a deslizarte. Probablemente incluso toque caerse al suelo y aprender a levantarse sin ayuda, así que tómatelo con calma y disfruta de la nieve ¡no tienes que saber hacer todo esto el primer día!