La celebración de la Copa Mundial de fútbol 2010 en Sudáfrica significa no sólo un gran paso para el país, sino para el papel del deporte como elemento de unión. Es el premio al esfuerzo de aquellos que, con dedicación y empeño, lograron eliminar las barreras raciales.
Al principio, el fútbol en Sudáfrica era patrimonio de los inmigrantes europeos. El primer club se fundó en 1879, y jugaba contra selecciones militares de los colonizadores británicos. La población de raza negra tenía prohibido asistir a los partidos, y si querían jugar debían hacerlo en sus propios equipos, acudiendo a la asociación que les correspondiera según su raza.
Sin embargo, lentamente el deporte rey empezó a abrir brecha en el apartheid. En 1951, la Federación Sudafricana de Balompié empezó una campaña contra la segregación racial, ya que la población negra mostraba gran interés y talento, y merecía formar parte de las selecciones nacionales. En 1955 el Comité Olímpico Internacional les respaldó, y Sudáfrica fue expulsada de las competiciones hasta que pusiera fin a esta discriminación.
Pese a ello, durante muchos años la Liga Nacional siguió siendo patrimonio exclusivo de la población blanca, con la concesión de pequeños espacios para que la “población de color” pudiera ver los partidos. Los clubes blancos no aceptarían competir contra sus homólogos negros hasta 1971, animados por la afición multitudinaria y los beneficios que generaba este deporte. El país vivió aires de renovación: el mensaje de Nelson Mandela estaba calando. En 1991, por fin, se funda la Asociación Sudafricana de Fútbol, que elimina cualquier rastro de división racial en el fútbol, promoviendo que un mismo equipo tuviera jugadores de distintas razas. Sudáfrica pudo volver a la FIFA en 1992.
El deporte rey actuó como punta de lanza para abrir la mente de la sociedad, ayudando a eliminar los prejuicios racistas en muchos campos. La Copa Mundial que comienza mañana –la primera en territorio africano– se convierte en un homenaje a este papel integrador, y a todos aquellos que demostraron que en el deporte lo importante es la ilusión y el esfuerzo, no el color de la piel.