Las piscinas son lugares muy frecuentados en verano, aunque en invierno las cubiertas son muy populares entre las personas que practican natación. Pero especialmente en épocas calurosas es muy importante que todas las piscinas cumplan con unas normas de higiene básicas que garanticen, lo máximo posible, la calidad del agua y de las zonas húmedas para que nadie salga de ahí con alguna infección.
Una medida importante, incomprensible para muchos, pero muy necesaria, es la presencia de duchas para que todo bañista pase por ahí antes de tirarse a la piscina. El motivo por el que tienes que ducharte antes de bañarte es para eliminar gérmenes y partículas (crema, pelos…), normales en toda persona sana. Si tienes alguna infección, no debes meterte en el agua bajo ningún concepto, ya que tu flora microbiana pasará al agua y puede contagiar a otras personas.
Todo el mundo posee bacterias en su cuerpo, de lo contrario no podríamos vivir. Son los principales agentes de contaminación y pueden causar infecciones como otitis, conjuntivitis, rinitis y gastroenteritis, entre otras. Si tú estás sano no te vas a contagiar, pero si tus defensas están débiles tienes más posibilidades. Para evitar la proliferación de bacterias, el cloro es el principal desinfectante y es muy eficaz, siempre que se use en su justa medida. Da la sensación que cuanto más cloro, mejor, pero añadir una cantidad superior a la exigida puede repercutir a la salud de tu piel y de tus ojos. Por eso, el agua debe ser renovada y tratada diariamente. Si notas que el agua sabe demasiado a cloro, mejor busca otra piscina.
Aparte de fiarte de que la piscina que frecuentas cumpla las normativas de higiene, no te muevas sin tus chanclas para evitar los hongos, dúchate antes de entrar en el agua y, si quieres, lleva gafas para que cuando sumerjas la cabeza los ojos no tengas un contacto directo o que tengan el mínimo contacto posible con el agua. Y recuerda secarte muy bien incluso entre los dedos de los pies.