Las vuvuzuelas son un instrumento, parecido a una corneta de un metro de longitud, que la afición sudafricana utiliza con mucho énfasis durante los partidos de fútbol para animar a su equipo.
Se han hecho populares durante el Mundial, sobre todo por el debate que provocan. De hecho, llevan generando polémica desde la Copa de las Confederaciones de la FIFA en 2009, que también tuvo lugar en Sudáfrica, donde estuvieron a punto de prohibirlas.
¿Su problema? Que gustan demasiado. Los asistentes a los partidos las emplean con tanto entusiasmo (especialmente durante la última parte) que es difícil escuchar nada más en todo el estadio. Un zumbido ensordecedor acompaña cada jugada, cada pase y, sobre todo, cada gol. Periodistas y jugadores han protestado, algunos incluso achacando los malos resultados de su equipo a la distracción que supone el ruido, que definen como parecido al de “una colmena de abejas rabiosas”.
Pero estas abejas rabiosas son lo que le da autenticidad a la experiencia sudafricana: desde 1970 se han convertido en parte imprescindible del fútbol en este país, hasta el punto de que no se concibe un partido sin sus vuvuzuelas. Por ese motivo, la FIFA decidió permitir su uso en su momento, pese a las quejas: el único requisito es que no midan más de un metro de largo y que estén hechas de plástico, para reducir la sonoridad.
Ahora, con el Mundial, vuelve a haber protestas, pero la afición no está dispuesta a soltar su vuvuzuela y ver el partido en silencio. El presidente de la FIFA, Joseph S. Blatter, ha afirmado en su cuenta de Twitter que «no se puede prohibir una tradición sólo porque no estamos acostumbrados».
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