Cuando Pete Sampras dejó las pistas de tenis en 2002, con 14 torneos de Grand Slam en el raquetero, después de dejar atrás las marcas de Roy Emerson (12), Rod Laver y Björn Borg (11), todo apuntaba a que su récord iba a durar por los siglos de los siglos, que sería prácticamente imposible que apareciera un jugador capaz de superarlo. Lo creyó el mismo Sampras y todo el mundo del tenis. Pero no. Se equivocó él y se equivocó el mundo del tenis. Y de plano. Porque no solo apareció un tenista que lo superaría. Fueron tres. Que además lo superarían por mucho.
Pocos meses después de la retirada del Pistolero, el 6 de julio de 2003, en Wimbledon, Roger Federer alzó su primer torneo de Grand Slam, derrotando cómodamente en la final al australiano Mark Philippoussis. Fue en la “catedral” del tenis, qué mejor escenario. Allí donde la pelota resbala más que bota, donde hay que acortar al máximo el movimiento de preparación de los golpes, donde hay que agacharse a cada pelota para poder levantarla y devolverla con dignidad, donde las rodillas, en flexión constante, duelen hasta el infinito y los glúteos se sobrecargan de agujetas. Donde los golpes liftados, tan dañinos en las otras superficies, valen poco. Donde es necesario jugar plano o cortado, agresivo, pero siempre al ataque, evitando en lo posible los largos peloteos. Donde el bote de la pelota es tan raro que desquicia a los tenistas más templados. Allí, en Wimbledon, comenzaba un reinado compartido jamás visto en el mundo del tenis, una de las mayores rivalidades deportivas de la historia. Desde entonces hasta hoy, el suizo, Rafael Nadal y Novak Djokovic se han repartido 60 torneos de Grand Slam, 20 cada uno. El apodado “Big Three” ha dejado en poco a generaciones de jugadores que apuntaban maneras y que toparon irremediablemente con una realidad que ya dura dieciocho años.
El tenis de Federer maravilló y sigue maravillando al mundo. Público y crítica siempre han quedado rendidos ante su tenis fluido, majestuoso y talentoso casi al límite. Posee una derecha que McEnroe definió como «el mejor golpe en nuestro deporte». Connors dijo de él: «En una era de especialistas, eres un especialista en canchas de arcilla, un especialista en pistas de hierba o un especialista en pistas duras, o eres Roger Federer». Y Toni Nadal no se quedó atrás en unas recientes declaraciones a Mats Wilander en el programa Players’ Cut de Eurosport: «Es un jugador maravilloso. Me encanta su estilo de juego porque es muy elegante, pero también muy efectivo. Debo reconocer que, si no fuera el tío de Rafa, querría que Federer ganara todos los partidos».
Nadal no es menos, claro. Sus epopeyas en el polvo de ladrillo de Roland Garros son proezas. «Es imposible que pueda perder. Hay que crear a una persona para que pueda vencerlo», afirmó Guillermo Vilas a la agencia DPA. «Vencer a Rafael Nadal al mejor de cinco sets en tierra batida es como lamerte el codo. ¡Es imposible!», declaró John McEnroe a la cadena Eurosport. «Nunca he visto a nadie jugar tan bien en una final en París. Es el mejor jugador sobre tierra de la historia», dijo Björn Borg al diario Aftonbladet. Tampoco se anduvo por las ramas Federer después de perder ante el manacorí en las semifinales de Roland Garros 2019: «Sobre tierra batida nadie se acerca remotamente a su tenis. Ya no sé con quién entrenarme para poder afrontar los partidos contra él».
Las alabanzas al serbio no se quedan atrás. «Sólo hay un gran jugador: Novak Djokovic», proclamaba el griego Tsitsipas a “Bild”. Nadal reconoce con humildad: «Nadie me hace ir al límite tanto como Nole». En declaraciones a Eurosport, al ruso Medvedev auguraba: «Una vez se retire, algunos se interesarán por el tenis y verán los números y a Novak en todas partes. Ahí es donde la gente empezará a comprender un poco todo lo que logró».
Comienza el Open de Australia 2022. Sin el suizo ni el serbio. Es el turno ahora de Rafa. Para él toda la responsabilidad de agrandar la leyenda del “Big Three”y de situarse a sí mismo por primera vez a la cabeza en número de ‘majors’. El reto es mayúsculo. Los Medvédev, «Sascha» Zverev, Tsitsipás o Rublev están ahí, al acecho, esperando hambrientos. Y son muy buenos. Pero Nadal ha demostrado que siempre hay que contar con él para la victoria. Larga vida para él y para el “Big Three”.