Cuando en 1896 se restablecieron los Juegos Olímpicos, evidentemente se basaron en las antiguas Olimpiadas griegas, en las que solo podían participar hombres. Las mujeres no podían siquiera asistir como espectadoras. Como en otros ámbitos, en el deporte y los Juegos Olímpicos la mujer ha tenido que hacer un esfuerzo considerable para que se la tuviera en cuenta.
En 1900, cabe destacar la presencia simbólica de una mujer en los JJOO de París y la primera campeona olímpica de la era moderna, que fue la tenista británica Charlotte Cooper. Y es que hasta los JJOO de Amsterdam en 1928, las mujeres solo competían en deportes como el golf, el tenis, la natación y la esgrima. No obstante, su participación era muy poco representativa.
Donde empezó a difuminarse la discriminación entre hombres y mujeres en las Olimpiadas fue en 1968, en México, ya que no solo fue una mujer la que llevó la antorcha, sino que fue entonces cuando el sexo femenino pudo comenzar a participar en deportes que, hasta el momento, habían estado reservados a los hombres.
Pero donde la presencia y participación de la mujer fue determinante y realmente notable en unos Juegos Olímpicos fue en el año 2000, en Australia, ya que 4.400 mujeres compitieron en 36 disciplinas distintas frente a las 37 que había para hombres. Este número no solo supuso el 40% del total de los atletas, sino un récord a nivel mundial de participación femenina.
A partir de este momento, la mujer ha ido logrando importantes roles en los deportes y en las Olimpiadas y ha dado lugar a que se escucharan nombres muy importantes. Esperemos que esto no decaiga, y que cada año veamos más deportistas femeninas alcanzar el podio y sus sueños.