Últimamente, mucho se está hablando sobre las selecciones nacionales, los jugadores, y las relaciones con los clubes. Las selecciones necesitan competir con los mejores jugadores disponibles, los clubes quieren que sus jugadores estén en la mejor forma física posible y los jugadores quieren darlo todo en su oportunidad de representar a su país. En general, para un jugador hay dos sueños que puede conseguir en su vida profesional. La primera, jugar en el equipo que más le gustaba de pequeño y, la segunda, jugar en su selección.
Vemos casos de debutantes jóvenes, algunas veces estrellas de las secciones juveniles de la selección (desde la sub-15 a la sub 21), y en otros casos, jugadores que han dado la sorpresa al debutar en sus equipos viniendo desde la cantera.
También se ven casos de aquellos que llevan años acumulados de participación en competiciones internacionales con su selección, que han podido o no faltar a una convocatoria, siendo habituales.
Aunque, sin duda, no hay mejor caso que el de aquellos que, tras una dilatada trayectoria futbolística, ya en una época madura, se le brinda la oportunidad de, aunque de forma tardía, cumplir su sueño.
La plenitud de los sentimientos de representación la podemos observar, en el caso español, en las selecciones autonómicas, en las que los jugadores pueden llegar a defender, a veces, algo más profundo para ellos.
El sentimiento de los jugadores cuando representan a su selección tenga el ámbito que tenga, sin duda, se traspasa a la afición. Las aficiones enfrentadas en las competiciones de clubes se hermanan para animar juntos, para defender al equipo y hacer piña, todos con un mismo objetivo y todos mirando hacia la misma dirección. Sin duda, no hay afición más grande, con más pasión y con más sentimiento en un país que la de su selección.