Para los que no pudieron ver el partido de la final de la Champions, solo decirles que fue un partidazo y su principal protagonista fue el jugador del Chelsea Drogba.

Los nervios por saber cuál de los dos equipos ganaría duraron hasta más allá de la conclusión del partido, porque el empate no quiso deshacerse hasta pasada la prórroga, en la tanda de penaltis. Ahí fue cuando el Chelsea venció al Bayern.

Aunque el Bayern empezó atacando, el equipo alemán no supo ganar durante los más de 120 minutos que duró la final de la Champions. Quizás las prisas, quizás los nervios… no sé sabe. Pero lo que es indiscutible es que el Bayern, pese a sus esfuerzos, no supo jugar como local.

Por las bandas Ribery y Robben. Por el centro, Muller y Schweisteiger. Los balones rozaban el palo, fallaban los remates, piernas que se cruzaban… Y el Chelsea despejando su área con dominio y precisión, formando un muro intransferible para los alemanes. No obstante, como dice el dicho, quien la sigue la consigue, y, después de muchos intentos, y en el minuto 83 Muller hizo un remate de cabeza que sorprendió al portero blue (1-0).

Después de que el Chelsea estuviera todo el partido prácticamente recluido en su portería, ante el tanto del Bayern se espabiló. Y tanto si se espabiló: solo cinco minutos más tarde, los ingleses tenían que sacar un córner a su favor y, después de que el balón pasara por numerosos pies y trayectorias, Didier marcó.

Ribery se fundió las piernas durante la prórroga pero nada. Incluso falló un penalti. Los alemanes seguían intentándolo con fuerza, pero el gol no llegó. Así pasaron a los penaltis, donde Drogba metió el gol decisivo que dio la victoria al Chelsea, aunque partieran con una propuesta menor.

¡Enhorabuena a los blues!