En eventos deportivos tan importantes como el Mundial, donde cada partido puede suponer la diferencia entre la victoria y la derrota, nadie perdona los errores. Si los partidos se ganan, la gloria se la llevan los jugadores. Pero si se pierden…todos nos giramos hacia el seleccionador. Todos querríamos ser él: es el síndrome del seleccionador nacional.

Los síntomas empiezan con cosas como “pues yo no veo que sean necesarios tres en el mediocampo”. O “yo no habría sacado a Torres, que se le nota tocado”. Y continúan afirmando que haríamos algún cambio o que poniendo a tal jugador aquí o allá irían mejor las cosas.

Es una epidemia que ha aparecido de la noche a la mañana. Afecta a todo el mundo: a pie de calle hay discusiones sobre alineaciones, y también en las esferas más altas. El anterior seleccionador nacional, Luis Aragonés, también opina sobre lo que debería hacer La Roja en este Mundial. Los propios jugadores dicen que ellos estarían más cómodos en otra posición. Probablemente, si le preguntamos a los que siguen el partido por televisión, todos y cada uno de ellos harían algo diferente.

Lo cierto es que, pese a la presión, el seleccionador es un profesional elegido por sus conocimientos y su experiencia; se supone que es la mejor persona posible para llevar a nuestro equipo desde la fase de clasificación hasta el trofeo de la Copa del Mundo. Pero nos desesperamos de impaciencia, de miedo a cometer un error y no llegar a la ansiada final, y no podemos evitar empezar una frase con “Pues si yo fuera el seleccionador…”.

Y vosotros, ¿también estáis afectados?