El 13 de febrero de 1972, domingo, en la otra punta del mundo, un joven madrileño se colgaba la medalla de oro al ganar la prueba de eslalon de esquí alpino en la pista del monte Taine durante la celebración de los XI Juegos Olímpicos de Invierno, los de Sapporo 1972 (Japón), imponiéndose a los favoritos Thöni, Augert o Duvillard. Se convertía así en el primer, y hasta ahora único, español en lograrlo en unas olimpiadas de invierno. Se llamaba Francisco “Paquito” Fernández Ochoa y tenía 22 años.
Había crecido en Cercedilla, en la Sierra del Guadarrama. Su padre, empleado de la cercana estación de esquí de Navacerrada, le había inculcado a él y a sus hermanos la afición por la nieve. “Paquito” comenzó a esquiar con apenas tres años. A los 13 ya disputaba competiciones internacionales, a los 17 debutaba en los Juegos Olímpicos de Grenoble 1968 y cuatro más tarde llegaba lo de Sapporo. Su carrera deportiva no volvería a alcanzar el cénit de Japón, pero su figura continuó para siempre en el trono del imaginario deportivo español. Un desalmado cáncer se lo llevó antes de tiempo. Tenía 56 años.
La hazaña de Fernández Ochoa cobra una especial relevancia si tenemos en cuenta que era el tercer oro español conseguido en unas olimpiadas (de invierno o de verano) y que para encontrar los dos anteriores había que retroceder mucho en el tiempo: Amézola y Villota lo habían conseguido en pelota vasca, en la modalidad de cesta punta parejas, en París 1900 y el equipo español de salto por equipos de hípica, en Ámsterdam 1928. Acostumbrados a los triunfos actuales, se hace difícil recordar que durante muchos años el deporte español fue un auténtico desierto en el que solo triunfaron unos pocos que tiraron de clase, fuerza, sacrificio y mucha determinación para hacerse con sus sueños. No se entenderían de otra manera figuras como Manolo Santana, Ángel Nieto, Severiano Ballesteros, Federico Martín Bahamontes y muy pocos más. Auténticas personalidades quijotescas que abrieron la puerta de muchos más y a los que el deporte español rinde homenaje perenne.
Santana alumbró una generación tras otra de tenistas de máximo nivel, Nieto hizo lo propio en el deporte de las dos ruedas, igual que Ballesteros con los palos de golf. Y lo de Bahamontes cae por sí solo. Pero a “Paquito” muy pocos lo han seguido. A pesar de popularizar una disciplina que hasta entonces practicaban casi solo las élites, a nivel competitivo jamás encontró el relevo. En los Juegos Olímpicos de Invierno, solo su hermana Blanca, en Albertville 1992 (en eslalon, claro) y Regino Hernández, en Pieonchang 2018 (en snowboard cross) han conseguido hacerse con un metal (ambos de bronce). Además del bronce de Javier Hernández en patinaje artístico individual, también en Pieonchang 2018.
Para los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing 2022, en China, la representación nacional llega con ilusión. Aunque muy alejada de las pretensiones de países de larga tradición en deportes de invierno, el equipo español cuenta con opciones serias de medalla, especialmente con Queralt Castellet y Lucas Eguibar. La catalana, en sus quintos Juegos Olímpicos, es una clara aspirante al podio de snowboard halfpipe y el vasco, actual campeón del mundo de snowboard cross, llega a la cita en un excelente estado de forma.
Han pasado 50 años desde aquel 13 de febrero de 1972 y no sabemos hasta donde llegarán Castellet, Eguibar y los que vendrán, pero la figura de “Paquito” Fernández Ochoa sigue ahí, recordando que él fue el primero. Y hasta ahora, el único.